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Juan 3:16 es el versículo más citado de toda la Biblia y nos comunica el gran amor que Dios nos tiene. En él percibimos la realidad del pecado, el deseo tierno de Dios de restaurarnos, y el destino de cada cual que cree en Jesús. Dice así: “Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna.” Vamos a considerar el contexto de este versículo para discernir mejor su significado. 

Jesús hablaba a Nicodemo, hombre curioso y escéptico. Le declaró, “De cierto, de cierto te digo, que el que no naciere de nuevo, no puede ver el reino de Dios” (Juan 3:3). Como muchos hoy, Nicodemo se preguntaba si el hombre podría reencarnarse. Más bien, cuando uno nace físicamente, entra en un mundo de codicia, envidia y mentira. Cuando uno nace espiritualmente, ya entra en el mundo como Dios lo quiere: para practicar la justicia (Juan 3:5-8). 

Jesús dijo que, aunque el nacimiento espiritual es invisible, no se puede negar su existencia. Explicó: “El viento sopla de donde quiere, y oyes su sonido; mas ni sabes de dónde viene, ni a dónde va; así es todo aquel que es nacido del Espíritu” (Juan 3:8). Jesús fue lleno del Espíritu y siempre practicó la justicia (Juan 3:34). Es divino, y por eso es la autoridad en asuntos humanos (Juan 3:11-13). Su Espíritu vive en los que creen en él para que practiquen la justicia (1 Juan 2:16). 

Jesús murió para anunciar el gran amor de Dios (Juan 3:14-16) y para mostrar abiertamente las fealdades de un mundo pecaminoso. Si recibimos su testimonio, entraremos en el mundo de su justicia (Juan 3:17).  El mundo se compone de individuos, y somos nosotros los que hacemos que el mundo sea pecaminoso. Jesús afirmó: “Y esta es la condenación: que la luz vino al mundo, y los hombres amaron más las tinieblas que la luz, porque sus obras eran malas” (Juan 3:19).

A pesar de nuestro pecado, Dios es bueno y nos ama. Nos llama tiernamente por medio de Jesús. Si te arrepientes de tus pecados y pones tu confianza en Jesús, podrás renacer para practicar la justicia. Y es más: tal como Cristo resucitó de entro los muertos, ¡tu también heredarás la vida eterna!

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